En el ámbito de la familia el perro debe tener muy claro cuál es su lugar y lo que está permitido y lo que no. El error más común es querer aplicar las mismas normas a perros y personas. Lo que se debe conseguir es una convivencia, y en cada convivencia se llega a acuerdos que se deben respetar por ambas partes. Los problemas de convivencia no se deben considerar de forma absoluta, sino relativa a cada caso. Cada persona está dispuesta a aceptar dejar más o menos espacio o autonomía a su animal, pero lo importante es actuar siempre de la misma forma.
La educación de un perro es cosa de toda la familia
A los estudiantes del curso de educador canino les enseñamos el poder de las órdenes básicas, que se deberán practicar cada día por toda la familia. Las órdenes no deben ser repetidas continuamente, porque en este caso perderán valor y el animal aprenderá que no pasa nada si no obedece. Premiar las conductas que deseamos con alimentos, caricias o verbalmente facilitará el aprendizaje. El castigo mal aplicado y el consecuente miedo del perro, entorpecen el aprendizaje, porque, según estudios científicos, interfieren con los procesos mentales necesarios a aprender.
Una vez establecidas las reglas, horarios, rutinas, comportamientos, lugares, se seguirán con la máxima exactitud, sin excepciones. Una buena manera de hacerlo, sobre todo si hay niños en casa, será escribirlas en una pizarra para que siempre toda la familia las tenga presente. Será un buen ejercicio también para los niños…
La clave del éxito: controla el espacio y las comidas de tu perro
Los recursos más importantes para un animal social son la comida y la zona de descanso. Saber utilizar estos recursos de forma correcta es la clave del éxito.
El espacio
Crearemos un espacio de descanso para el perro en el cual situaremos sus juguetes y su alfombra. Ahí jugaremos con él y lo felicitaremos con caricias y premios. De esta forma quedará circunscrita un área que él considerará suya, en la cual se sentirá protegido y a la cual se dirigirá cuando quiera descansar. Esto evitará que el animal busque por su cuenta un lugar de descanso que a nosotros no nos va bien.
Otra vez la coherencia representa el punto focal. Si el animal ha escogido un lugar inapropiado no debemos esquivarlo, sino apartarlo lo antes posible para que entienda que este lugar no le corresponde. Si no lo hacemos o lo hacemos de forma intermitente, crearemos expectativas y la frustración de estas dará origen al conflicto.
La comida
Es otro punto conflictivo de la convivencia. En muchos casos la educación sobre la comida debe ser antes del propietario y después del perro. Otra vez la coherencia representa la clave del éxito. El perro debe entender que los lugares y horas de la comida son los mismos y son fijados por el humano. Es indudable que nosotros disfrutamos compartiendo nuestra comida con el animal, pero esto puede generar un conflicto si decepcionamos al perro en sus expectativas.
Si un día nos apetece darle comida mientras estamos en el sofá, no debe extrañarnos que otro día el perro la reclame y, si nosotros no le damos, el animal se sentirá frustrado en su deseo. Son estas las situaciones que generan un conflicto. Si en cambio el animal sabe que nunca recibirá comida en este contexto, simplemente no la pedirá.
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